Reflexiones en torno a la figura de los directores de centros educativos

Ángel Felpeto realizó una conferencia sobre la figura de los directores, publicada en el número 4 de la Revista Docencia e Investigación de la UCLM, Año XXIX, Enero/Diciembre de 2004, 2ª Época, núm. 14.

Analizada esta conferencia, he realizado las siguiente reflexión en relación a la figura del director de un centro educativo:

La dirección de los centros es un factor de calidad de la enseñanza, pero actualmente la figura del director es para la administración como un administrativo a su cargo que esta entre ella y el centro educativo, una extensión de la administración por los que esta carga al director de tareas burocráticas. Según un estudio del MEC, cerca del 40% de las tareas del director son burocráticas. El modelo actual sigue primando los aspectos burocráticos frente a los pedagógicos.

La figura del director necesariamente es producto de las diferentes legislaciones previas que la han regulado. La evolución de la figura del director a lo largo de los últimos 50 años no ha cambiado mucho, las leyes han intentado hacer un cargo mas participativo quitando poder y profesionalidad a la figura del director. Haciendo un breve repaso a estas regulaciones:

Con la LGE de 1970 se elimino el cuerpo profesional de directores establecido en el decreto 985/1967 por la que se aprueba el Reglamento del Cuerpo de Directores Escolares. Mediante una oposición libre, a la que podían presentarse los maestros que fuesen a su vez licenciados. Desde determinados organismos internacionales se venia abogando por unos centros participativos y con la LGE se suprimió el cuerpo de directores. Actualmente países como Francia tienen un cuerpo especial de directores

Con la LODE de 1985, la gestión del director es más compartida con el equipo directivo, asesorado por el claustro y supervisada por el consejo escolar. El director es el ejido por el consejo escolar y nombrado por el ministerio. Los requisitos es ser profesor con un año de antigüedad en el centro y tres como docente. No se exigía formación solo cuando era elegido.

El director debe ganarse el apoyo del claustro y el consejo escolar y a cambio los incentivos son, méritos para concurso, menos horas lectivas y un complemento económico. Con el tiempo había menos docentes interesados en ser directores y muchos eran impuestos por la administración

La LOGSE de 1990 no aporta nada nuevo a la figura del director ya que es básicamente una ley curricular y ante la crisis de la figura del director en 1995 la LPEG modifica algunos aspectos de la figura del director, diseñando un modelo intermedio entre director profesional y modelo democrático participativo. Impone la necesidad de un curso de formación a dirección y valoración positiva de la inspección de educativa. La elección es por el consejo escolar, pero es el claustro y consejo los responsables finales. Introduce la evaluación de la función directiva. En los años sucesivos no soluciona el problema y aumenta el número de directores nombrados por la administración

En 2002 LCE, no supone una gran variación respecto a la figura del director, la elección del director pasa a un concurso de méritos valorados por el claustro y el consejo escolar.

Tres nuevas funciones se destacan en la ley respecto a la figura del director, la colaboración con las familias e instituciones del entorno, la implantación de una evaluación interna y la implementación de planes de mejora de la calidad del centro, la innovación y la investigación educativa.

Hay poco interés entre los profesores de ser director o miembro de un equipo directivo y aquellos interesados se enfrentan a luchas de poder entre candidatos, para conseguir los votos de unas personas que en gran parte no son profesionales (algunos miembros del Consejo Escolar), y que muchas veces no buscan a la persona más profesional, sino a la que más ofrezca y mejor carácter tenga.

El director de un centro docente carece totalmente de “poder” para ir en contra de las líneas que le marquen sus superiores, como la Inspección, Delegación, ... , por miedo a la represalia, pudiendo incluso hacer renunciar al director de su cargo. Y por falta de poder para controlar el proceso de enseñanza-aprendizaje, clave en la calidad de la educación

Por todo ello las presiones por arriba y por abajo del director son muy altas, a esto se le unen presiones laterales de los padres y madres. Siendo la única solución la salida inmediata del cargo, o el aceptar casi todo.

Como dice Ángel Felpeto en su artículo: “Un centro bien dirigido y como diremos más adelante bien liderado es el núcleo de una comunidad educativa donde los profesores trabajan con agrado, donde los padres participan (no es lo mismo que intervenir) y donde los alumnos también cumplen con su deber del trabajo diario con agrado. También será una comunidad educativa que proyecta en su entorno su trabajo”

Esa sería la situación ideal y estoy seguro de que es probable que sea el reflejo de algunos centros, pero no la mayoría. En su articulo habla de 9 problemas que impiden el ideal de un centro educativo y como soluciones aporta están en:

• Proyecto educativo
• Componente de credibilidad
• El equipo
• El liderazgo pedagógico, de gestión y de grupo

Las soluciones que aporta son básicas, necesarias, pero no suficientes es necesario el reconocimiento de la figura del director. Además de un mayor incentivo, el director actualmente carece de poder y ahí es donde esta gran parte del problema. El director es un mero intermediario entre la burocracia de la administración educativa y el alumnado, familias y profesorado. Todas las regulaciones no le han dotado de cierta autonomía y debe responder por arriba ante la administración y por debajo a la comunidad educativa de su centro.

Se llega a la dirección del centro con ilusión y se continúa dejando que las cosas pasen o saliendo de la dirección quemado. En esa fase inicial, cuando hay un proyecto cargado de ilusión es cuando se puede poner en marcha una dirección eficaz, pero hay que dar apoyo para no caer en la desilusión.